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Secta del cuchillo y del coraje

sectadelcuchilloydelcoraje@gmail.com

Primera respuesta

15.10.2010 10:39

RESPUESTA DE JAVIER (Al cuestionario elbardiano)

Eduardo: me obligas a volverme serio. Mi punto de vista no es tan simple. Helo aquí:
Creo que el tango es una manifestación importante de la llamada Cultura Popular. Pero aquí por cultura entiendo un complejo universo de variables históricas: el Tango pone en escena desde sus primeros pasos, una serie de prácticas y de lenguajes que van definiendo su manera de ser, su esencia tanguera, con su propia manera de evolucionar, vale decir, de nacer, crecer, enriquecerse, seguir, detenerse, volver a empezar, transformarse, y, como todas las cosas humanas, morir, no ya para el recuerdo, pero sí para su práctica. Es probable que el tango no haya muerto, y que ni siquiera esté en peligro todavía, pero hay signos ya de su posible desaparición, y el día esté lejano.
¿Y cuáles son esos signos? Esos signos hay que verlos, precisamente allí, donde el tango es, en la actualidad, más fuerte: en la danza y en la composición musical, es decir, en la calidad de la música que tanto te gusta. Esa música, muy probablemente será cada vez mejor, hasta alcanzar la excelencia de la llamada música clásica o culta. En cierto modo ya lo hizo, con el último Astor Piazzolla, un verdadero orgullo de Argentina y de América Latina. Aquí también se puede tramitar con los dioses.
Pero tanto en la danza, verdadero bastión del tango actual, como en la composición, lo Popular, la proxemia popular, el quehacer propio de su cultura, va cediendo, lenta pero seguramente, su posición al saber-hacer del músico culto, de los danzarines cultos, del ballet moderno. Hay, lo sé, muchísimas cosas que hacer, muy bellas, durante mucho tiempo, pero cada vez serán menos cultura popular, menos argentina, para ser cada vez más universal, lo que no está nada mal, pues así debe ser. ¿No se ha originado todo gran arte en el folklore y en el pensar, decir y hacer de la gente del pueblo?
La importancia del Tango radica allí, en que ha sido expresión compleja de la cultura popular, y de ella se alimentaba. Desde la aproximación de los cuerpos, el intercambio de los decires, la comunicación de las pasiones, la frecuentación de los lugares, los rasgueos de las cuerdas, etc., esto es, desde la vida bullente del mundo prohibido de lo no oficial, brota una de las más bellas recreaciones de la cultura de la gente que hace la historia secreta de las naciones. Esa gente, actualmente en la Argentina, quizás no cuente ya con el Tango para hacerse oír, o para sentirse. Yo pongo en duda el que haya entre ellos, músicos populares, “payadores”, poetas que encuentren en el tango actual su medio de expresión. Porque sencillamente, no lo es. Lo que no dudo es que haya gente sensible y capaz y que hacen “cosas”. Pero no dentro del tango y quizás estén en ese triste
limbo constituído por la carencia de un medio artístico que cohesiona los anhelos y la pasión (en todos los sentidos que tu le conoces) de un pueblo. Hay milonguerías donde la gente va a bailar, pero a entretenerse, a divertirse, no a crear. Eso ya no es cultura popular, es cultura de masas. Es un modo inferior de la cultura, pero es cultura. Los milongueros que pueden crear, que hacen arte, se van para las academias, si no para el cine y el espectáculo. Lejos del pueblo, bailando cada vez mejor, de manera más estilizada.
Ese tango (Piazzolla), sigue siendo bello, incluso más bello, y me encanta, pero es cada vez menos tango. Como siento un verdadero fanatismo por el tango, no lo confundo con el arte en general, del que tampoco puedo prescindir. Ni los fundo ni los confundo.
Y es que la escena de un imaginario mundo de malevos y aventureros, de minas de burdel, de esquinas del 900, de conjuntos primitivos y lo que vino después en los años 30, 40 y 50 con la descripción de la tristeza del porteño, a veces en la cadencia de un tango machacón pero lleno de premoniciones, o en la cadencia de un tango de inspiración, pleno de fantasía literaria y perfección rítmica, muy fino, dentro del marco de lo popular (que quizás para un dómine de la música clásica pueda parecer estúpido o pobre) es, para mí, inseparable del tango mismo. Es aquí donde me separo del esteticismo, del purismo, pero en un sentido: no es que lo vea como algo malo, es un manera de disfrutar muy legítima, pero en un buen tango debe sonar la historia y pesar el sentimiento del porteño, de lo porteño. Por eso no me gustan los tangos interpretados por orquestas filarmónicas o cantados por Plácido Domingo. Ojo: no me gustan como tangos, pero me gustan como música. Admiro la maestría vocal de Domingo y veo cómo canta mejor “Alma de bohemio” que Podestá que no tenía su formación. Si voy a oír un tango, pongo a Podestá. Si quiero oír una vocalización exuberante y perfeccionismo lírico, pongo a Plácido, pero quizás mejor oyéndolo en el papel de Hoffmann en la ópera de Offenbach.
Habría algo más qué decir, pero esto ya está largo.

Javier.