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Secta del cuchillo y del coraje

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¿Qué si me gusta el tango?

21.10.2010 10:18

Con frecuencia me he sentido incómodo y cuasiconfundido cuando, motivado por un comentario inevitablemente entusiasta por la canción del Río de la Plata, el tanguero de ocasión me ha disparado a quemarropa, la pregunta con exclamación y todo : “Ah!...le gusta el Tango?!!!!...”.
Aparentemente resulta muy facil decir que sí, que...!naturalmente!, que cómo no, que no faltaba más, ni menos, etc.etc. Pero ya no ignoro las posibles consecuencias –casi siempre nefastas- que me puede acarrear una respuesta tan afirmativa y a veces contundente. Lo más probable es una invitación inmediata a oir (que no a escuchar) tangos. Y además de oir, a “beber” unos tanguitos, es decir, a remojarlos con los consabidos “tragos”de la noche bohemia.
Lo de los “tragos” no es en realidad un problema mayor, en especial para quienes no somos abstemios; al fin y al cabo, una buena copa de licor –preferiblemente brandy- por cada 7 u 8 tangos, no cae tan mal. En el peor de los casos, 4 o 5 cervezas por toda la jornada auditiva y canyengue, se le pueden autorizar al riñón. Y está claro que si la selección es buena, un pocillo de café es suficiente para que aroma y melodía se fundan en una sola espiral de placer milonguero y porteñazo. Pero si es excelente, con un vaso de agua basta, para que las mejores notas y los más bellos versos, se deslicen refrescantemente hasta el corazón, desatando esa tempestad inefable de emociones y reflexiones, que sólo el Tango –entre los géneros populares- puede desatar.
Pero ya que hablamos de selección, es decir, de escogencia del repertorio tanguero, hay que admitir que, por norma general, el anfitrión es quien tiene poder discrecional en ese campo y suele ejercerlo con un autoritarismo de sable y charretera; sobre todo cuando se trata de un “coleccionista”, cuya gran pasión no es propiamente la música, sino alardear de la exclusividad de sus “discos”....Al fin y al cabo, ¿para qué es “la colección”, si no es para lucirla?. Gracias a Dios como decimos los ateos, hay excepciones! Al invitado sólo le queda aprovechar las reglas de la cortesía, para intentar satisfacer muy sobriamente su apetito musical, con una que otra petición respetuosa. Así ocurre casi siempre, salvo en los muy infrecuentes casos de amplias afinidades estetico-porteñas entre anfitrión e invitado, en cuyo caso estaríamos hablando de una conquista momentánea del cielo. Pero ya se sabe por la tradición judeo-cristiana, que es mucho más fácil entrar al infierno que a la región seráfica, donde todo es perfecto. Y ya sabemos lo que puede ser un infierno tanguero, donde Agustín Magaldi llora inconsolables endechas y Mario Bustos tanguea con un baritonismo de chivo abandonado y Alberto Echagúe atiende las solicitudes lunfardas de Don Sata y lo complace con su insoslayable estilo camaján , y multitud de tonadilleras y cupletistas, que en ves de cantar tangos, los asordinan y aflautan. En fin, si Discépolo afirmaba en su tango “Infamia” que “luchar contra la gente es infernal", nosotros tendríamos que decir que escuchar tangos en la casa de un coleccionista, no sólo es infame, sino aburridor y hasta “¡tenaz!”.

Por eso, respetado señor a quien tendré el gusto o el disgusto de conocer en el futuro, muy comedidamente le solicito que no me pregunte si me gusta el tango. Prefiero hablarle del tango que me gusta. Ah! Y no se preocupe por las milongas : !Me gustan todas!

Bernardo.